Un día, de camino a casa, un grupo de turistas asiáticos -lo dejo en genérico, por no equivocarme al decir japoneses/chinos coreanos, y porque tampoco es del todo relevante- que invadió el metro, me hizo pensar en el internet de las cosas (Internet of Things) y las cosas conectadas.
En el metro hay unas pantallas que indican, con una gráfica bastante monótona, el recorrido y las estaciones en las que el tren se va deteniendo. Ellos, acostumbrados a hacer clic, o a tocar con el dedo todas las pantallas de todo tipo de dispositivos, intentaban, infructuosamente, hacer clic en esas pantallas que eran meramente informativas. Ahí no había interacción. Eran solo un canal unidireccional, a la vieja usanza. Y eso que son trenes nuevos -huelen a nuevo aún- y equipados con las últimas tecnologías de movilidad urbana.
A mí me pareció extraño verlos a ellos tocar las pantallas en busca de alguna interacción. Para ellos, probablemente, es extraño que en esas pantallas no haya ningún tipo de clic posible, ni nada más allá del cristal y la imagen reflejada.
Aquellos turistas asiáticos que me crucé en el metro son claramente lo que podríamos llamar early adopters y heavy users de todo lo digital, y de ese acervo aún en busca de definición conceptual que hoy conocemos como el Internet of Things (IoT) (el Internet de las Cosas). Son los que ya están acostumbrados a que los objetos que rodean sus vidas, en el hogar, en el trabajo, y en el transporte, estén conectados, y están acostumbrados también a que esa conectividad les reporte beneficios y bienestar.
Ellos, ya en 2011, estaban haciendo sus compras semanales escaneando los productos en pantallas ‘conectadas’ en las paredes del metro en Corea del Sur:
(En este enlace pueden ver el Video del Internet of Things en acción en baja resolución, pero con subtítulos en español).
En otros lugares, en otros mercados, vamos un poco más lento, pero los consumidores nos vamos acostumbrando cada vez más a que nuestros objetos cotidianos estén conectados. Especialmente gracias a todas las aplicaciones y usos que podemos darle a nuestros teléfonos móviles o smartphones -alguien todavía los usa para llamar?- para controlar otros objetos o elementos como la seguridad de nuestra casa, puertas y cerraduras, nuestro consumo eléctrico, acariciar y vigilar a nuestras mascotas, y mucho más.
Estamos ya en el 2015, año al que viajó Marty Mcfly en ‘Back to the Future’. No tenemos carros voladores, desafortunadamente, pero es seguro que será un año dominado por nuevos inventos y avances en el ámbito tecnológico y digital, y que el Internet of Things llegará con fuerza para quedarse.
Este fue uno de los temas calientes y que más resonaron en la feria CES (Consumer Electronics Show ® ) de Las Vegas, la mayor feria de electrónica de consumo del mundo. Es claro que está dejando de ser una idea y se está convirtiendo en una realidad y una propuesta de valor que dará a las marcas muchas oportunidades para generar experiencias fluidas y mejorar las vidas de los consumidores a través de la tecnología y la conectividad.
Les dejo uno de los miles de videos que hay sobre el tema, para quienes quieran profundizar un poco más. Este muestra las infinitas posibilidades que tiene el IoT y sus aplicaciones de impacto en diferentes ámbitos, desde telemedicina, hasta logística, movilidad inteligente y sostenibilidad energética:
A pesar de que estamos en el ‘mundo del futuro’ y el avance tecnológico está en su máximo furor, creo que la clave del éxito del IoT está en las bases y en la simplicidad. El éxito y el valor agregado no está en el Internet of Things en sí mismo, sino en el hecho de que las cosas que están conectadas funcionen, que funcionen muy bien, y que los usuarios no tengamos que preocuparnos por lo que hay detrás. Deben poder crear un ecosistema fluido, en el que Internet y los objetos conectables se encuentran y se suman para generar unos resultados superiores.
Ahora que esta tendencia está en auge, el gran error sería caer en la idea de que a todo hay que ponerle ‘internet’ porque sí, porque es tendencia o está de moda. Un poco como sucedió con el Bluetooth en su época. Lo pusieron hasta en la sopa, y nunca lo usamos ni supimos para qué (en muchos casos).
Los objetos conectados deben tener sentido, deben tener utilidad, y el hecho de estar conectados debe agregarles valor a quienes los van a usar. Y también deben adecuarse a los mercados y lugares en los que se van a usar.
Por ejemplo, a mí hoy de nada me sirve tener una nevera mega wow ‘conectada’ a internet, que revise mis compras y cuando se me acabe la leche me la encargue al supermercado, si estoy en un País en el que las entregas a domicilio son casi inexistentes y funcionan muy mal. La leche nunca llegaría a mi nevera inteligente y conectada. Tampoco me sirve tener un ‘Smart TV’ si la mayoría de sus funciones y aplicaciones que dan sentido a un televisor conectado (Netflix, por ejemplo) no están habilitadas en el lugar donde vivo.
Para que el IoT funcione de verdad, todo lo que hay detrás de esa conectividad -infraestructuras, logística, marcos regulatorios, servicios asociados- debe estar preparado.
En un artículo publicado en Brandchannel hace poco, varios analistas comentaban que en realidad a los usuarios no nos importa el internet of things sino que las cosas funcionen.
“La oportunidad de IoT para las marcas es fundamental porque éste crea la infraestructura necesaria para soportar experiencias fluidas, sin fisuras, simples e increíbles. Aunque los consumidores promedio nunca se preocuparán por el IoT, sí llegarán a apreciarlo profundamente. A lo que nosotros llamamos “Internet of Things” ellos simplemente le llamarán “Cosas que funcionan”.
Es muy cierto. Al final, lo importante no es que las cosas estén conectadas, sino que funcionen bien, que cumplan sus funciones, y que nos faciliten la vida y nos aporten valor o bienestar. Para las marcas y las compañías que quieren aprovechar esta tendencia, la promesa es grande, y cumplirla, es vital, pues en el ámbito digital todo cambia a la velocidad de la luz y las cosas que no funcionan bien las desechamos sin pensarlo.
Y, finalmente, como me lo recordaron los turistas asiáticos en el metro, será importante también que esas cosas conectadas funcionen de la manera que esperamos que funcionen, según los elementos a los que nos vamos acostumbrando y que hoy son básicos para muchos, como hacer click o deslizar el dedo por una pantalla para interactuar con lo que hay en ella. Siempre hay unos early adopters que van primero en estas cosas, pero el resto vamos detrás siguiéndoles los pasos.